Me estoy negando constantemente. Me niego a mi oscuridad, a mi odio, a mi tristeza y mi decepción. Tengo ganas de arrojarme al agua y nadar, de pronto ahogarme un poco porque hay una parte profundísima en mí a la que le gusta tener la atención. Los ojos en mi piel que se enrojece cuando alguien intenta ver a través de ella.
Me duele mucho el pecho, me duele y quiero salir corriendo de mí. Alejarme. Aunque a veces también quiero abrazarme, decirme que hay refugio incluso en las partes más superficiales de mi cuerpo. Mis órganos están hechos un nudo y estoy segura que estoy empezando a enfermarme cada vez de mi malestar imparable, de mis emociones salvajes.
Siento las cosas como si todas fueran mías, como si los problemas de otros fueran míos y los míos fueran basura.
Por favor vida, lléname de tu color, de tu luz. Soy luz que se apaga y tiniebla que crece, se expande, se mueve velozmente.
Mamá, sé que no me trajiste a esto. Yo no vine de ti para pensar así. Perdóname, te amo. Amo en la forma que puedo a la gente que amo. Y no sé amar de maneras menos tóxicas.
Papá, yo sé que haces lo que puedes.
Laura, no mereces sentirte así. No mereces romperte de maneras tan siniestras. Te quiero como puedo, como sé hacerlo, como nadie nunca me enseñó.
13 de septiembre de 2019.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario