Páginas

lunes, 24 de mayo de 2021

Del trabajo y otros demonios

Crecer es un fenómeno que aún no entiendo pero que me persigue constantemente. La palabra misma me asquea porque la escucho, la discuto y la pregunto todos los días. Y si alguien me lo pregunta, no tengo idea de qué significa crecer.

¿Qué connota?: Estirar, pesar más, ganar más, conocer más, entender más. ¿Y los que sentimos que no estamos creciendo qué?

Me molesta verme pensando en dinero, me molesta ver cómo mis amigos también lo hacen, como todo converge en recibir mensualidades, pagar deudas, ahorrar y seguir endeudándose. 

Tengo un temor inmundo, y es que me echen. Creo que muchos adultos lo tenemos. Porque tenemos responsabilidades y deseos de todo lo 'más' que mencioné antes. 

Pero el verdadero temor: Estancarme(nos). 

¿Adónde estoy yendo? ¿Alguien me puede indicar si efectivamente es por ahí? Pareciera que no sé conducir, y usualmente me debato en dos extremos: 

1. Es que no sé conducir, y no importa, estoy joven.

2. ¿Cómo no voy a saber conducir? O sea, ya tengo 24 años y medio. Ya más cercana a los 25 que el putas. 

Definitivamente sueño con que la Psicología me dé la oportunidad de cumplir mis sueños, aunque realmente no sé cuáles son. ¿Salir del país? ¿Un apartamento? ¿Hacer y vivir de qué? 

¿Soy yo la única qué piensa en todo esto? 

Nos enseñaron que podíamos elegir pero nunca nos mostraron las opciones. 

domingo, 13 de septiembre de 2020

Perdón desde el fondo de mi alma.

Pato, perdón. 

Laura, perdón. Perdóname por los límites que te he hecho cruzar y romper. Por no sentirme responsable sino hasta días después. 

Por ser deshonesta contigo, con todos. 

Espero que poco a poco puedas ir sanando tus heridas. 

Y que también vayas encontrando tu camino. Tu sueño. 

miércoles, 22 de julio de 2020

Estoy aquí por sugerencia de mi psicóloga

Me dijeron que escribiera y aquí estoy, nuevamente, intentando aterrizarme.

Esto va para Pato:

Wilson de mi vida. Al que tanto amé y ya ni sé si sigo amando; porque el hueco en mi pecho es masivo, es un hoyo en el que me veo buscándolo todos los días.

Me ahorraré el tú a tú porque nunca fuimos eso.

Qué extraño recordar su carcajada pero no su voz. O quizás sí, a pedacitos, como cuando llamamos a alguien y no tenemos señal.

Qué fría la distancia, y eso que estamos tan cerca.

Le juro que nunca pensé ser capaz de decir adiós. Pues bueno, ambos sabemos de mi fuerte inseguridad y de mi cambio constante de opiniones frente a las cosas, las personas y los hilos que las unen.

Lo sé Pato, sé que estábamos destinados a enamorarnos, entregarnos, disfrutarnos y también enseñarnos cosas. Por ejemplo: Aprendí a hacerlo muy feliz.

Sé que en la etapa final de nosotros todo se vino abajo y de una manera... Si lo pongo en palabras: soez, tajante, yugular y dolorosa.

Creo que mi miedo reside en tener una parte de usted conmigo que no me permita olvidarlo.
Me corrijo: Sé que no podré olvidarlo.

Detesto adelantarme a futuros que aún no existen y verlo con otras que no soy yo. Y usted entendió, jamás fui celosa... pero mi miedo al reemplazo. A sentirme desechable, a sentir que existen mejores seres que yo y en tantos aspectos...

La garganta me sabe a sangre y ácido por todas las palabras que he guardado. Entiendo que es muy tarde para hablar y es mejor soltar, de la forma más sana en que podamos.

Amor siempre tendré para usted. Mi primer amor.

Un abrazo fuerte y un lo siento,

La que fue su Laura.

viernes, 3 de abril de 2020

Los días de encierro van pasando y yo me siento sepultada. Siento que hay kilos de tierra inmovilizándome, entumeciendo mis articulaciones e ingresando poco a poco dentro de mis pulmones. Me siento muerta.

Nadie me escucha, nadie me lee, nadie me extraña, nadie me soporta. Es evidente que en mi cabeza ha sucedido varias veces un suicidio, y conforme corre el tiempo esta fuerza oscura me acecha con más severidad.

Yo sé que todos estamos solos. Pero yo vivo en el exilio de todos, y peor aún, en el exilio de mí.

No hay ningún talento que me acompañe o que me signifique valor. Qué ganas de romperse la piel y de caer sin dolor (por favor no más dolor) dentro de cualquier precipicio, o fuera de él, qué más da.

Estoy fuera de todos y adentro de mí, adentro de mi pasado, adentro de no querer haber nacido.

Ya no tengo fe. Lo siento.
Lo siento por mí.

domingo, 12 de enero de 2020

Pato.

Pato, 

Me faltaba esta carta. 
Gracias por otro año juntos. Gracias por el 2019.

Pienso en nuestra relación y a mi mente vienen mil recuerdos. Risas, besos, abrazos, salidas, calor, nuestras manos juntas.
Pero me es inevitable pensar en la otra cara de la moneda. Gritos, heridas, palabras como cuchillos, como balas. Orgullo, indiferencia, discusiones poderosas, quejas, dolor, llanto. 

No sé qué hacer. Cuánto lo he amado, cuánto corazón he puesto en nosotros dos. Y estoy aterrada, porque estoy muy solitaria. No tengo a dónde correr ni con quién. Estoy yo con mis miedos e inseguridades, con visitas que no reconozco, con gente que nunca había visto asomándose en mi vida. 

Hay días en los que intento sanar. Hay días en los que me encuentro destruyéndome, volviendo a las cenizas. Detestando el pasado, y aún así, amarrándome a él. Y se lo juro por mi vida, vida que la misma vida me dio, que me quisiera morir. Y ruego porque fuera indoloro, porque siento que mi espalda no puede más. 

La música me va exorcizando un poco. Y la herida no es herida si no se le echa limón y sal. Si no se cava dentro de ella y luego se empieza a florecer. 

Pato, estoy asustadísima de una vida y de una muerte sin usted. He pintado su cara en todos los rincones. Camino con el recuerdo de su voz todo el tiempo. Siento su aliento, su piel en mi cuello, en mis manos. Y ese es el único propósito que tengo para levantarme de la cama. 

¿Usted cree que sola me pueda ir mejor? ¿O a quién puedo preguntarle este tipo de cosas si se supone que somos mejores amigos?